Comentario
Poco después de que los clérigos mozárabes inventaran y justificasen la reconquista y dieran al rey asturleonés el título de emperador, símbolo de su teórico poder sobre los demás reyes y condes cristianos y de la unidad de los antiguos dominios visigodos, Alfonso III tiene que hacer frente a la revuelta de sus hijos Ordoño, Fruela y García, que se titularán reyes de Galicia, de Asturias y de León, respectivamente, demostrando así la escasa consistencia en la práctica de la idea imperial, de la unidad propugnada por los clérigos mozárabes. Por otra parte, la pérdida de importancia de los muladíes del Ebro, cuyas revueltas habían impedido a los cordobeses atacar el reino, obligará al monarca leonés a repoblar su frontera oriental reconstruyendo una serie de fortalezas a orillas del Duero, en Roa, Osma, Aza, San Esteban de Gormaz, y a conceder a los condes de estos territorios una mayor autonomía y a permitir o estimular la unificación de estos condados para mejor defender el territorio. El monarca leonés actúa de forma similar a la de los reyes carolingios y, como éstos, será incapaz de evitar que los condes de Castilla actúen respecto a León con la misma independencia que los de Barcelona respecto al reino franco unos años antes.Por lo que se refiere a León, las diferencias entre los territorios que forman el reino surgen de nuevo en los años finales de Alfonso III, cuyos hijos se sublevan contra el monarca y, como hemos señalado, se proclaman reyes de León, Asturias y Galicia (años más tarde, los hijos de Ordoño reinarán en León, Galicia y Portugal) aunque reconociendo la superioridad leonesa. Cuando Ordoño II(914-924) reconstruye la unidad del reino, los castellanos se niegan a secundar la política real de alianza con Navarra por entender que favorece la expansión de este reino por La Rioja a costa de los castellanos, cuyos condes son destituidos por no participar en la batalla de Valdejunquera (920) con la que Abd al-Rahman III recordó a los cristianos -leoneses y navarros- que los problemas internos de al-Andalus habían terminado y que en adelante impedirá la repoblación de lugares estratégicos como San Esteban de Gormaz, donde navarros y leoneses habían derrotado a los cordobeses tres años antes. A la muerte de Ordoño, sus hijos se dividen el reino, y León no recobra la unidad hasta el reinado de Ramiro II (931-951) que intenta unir a los cristianos contra el califa, apoya a los rebeldes toledanos, refuerza la alianza con Navarra e intenta una vez más atraerse a los musulmanes del Ebro para enfrentarse a Abd al-Rahman, al que derrota en Simancas (939), victoria que le permitirá consolidar las posiciones leonesas en el valle del Duero y repoblar Sepúlveda, Ledesma y Salamanca. Sus éxitos frente a los musulmanes no impedirán que el conde castellano, Fernán González, se subleve y ponga las bases de la independencia del condado, que será efectiva a la muerte de Ramiro, el último gran rey leonés. Tras él se inicia la decadencia del reino, cuyos monarcas son nombrados por castellanos y navarros, tan pronto aliados como enfrentados entre sí y unos y otros sometidos a la tutela de los omeyas, en cuya corte hallan refugio los monarcas destronados y los aspirantes al trono, que prometen obediencia y en ocasiones devuelven algunas de las fortalezas ocupadas en los años anteriores. El reino leonés, debilitado por las guerras civiles, será incapaz de aprovechar junto a los demás reinos y condados cristianos la desaparición del califato en los años iniciales del siglo XI y lejos de ampliar sus fronteras se ve sometido a la tutela castellana, que será sustituida por la navarra al morir el conde García (1029) e incorporarse Castilla a los dominios de Sancho el Mayor, cuyas tropas llegaron a ocupar León, donde algunos documentos dan al monarca navarro el título de emperador, quizá para indicar su poder y su autoridad sobre tierras leonesas. Fernando I, hijo de Sancho el Mayor de Navarra, convertido en rey de Castilla en 1035, derrotará al último rey leonés Vermudo III dos años más tarde y se proclamará rey de León. En sus orígenes, Castilla no es sino la frontera oriental, escasamente poblada, del reino asturleonés, la zona más expuesta a los ataques cordobeses por el sur y a la penetración de los musulmanes del Ebro por el Este. Su población, formada por vascos occidentales poco civilizados, es decir, poco adaptados al sistema de vida romano-visigodo, es eminentemente guerrera. Los repobladores de Castilla no conocen la jerarquización social acentuada que, derivada del mundo visigodo, se impone en el reino leonés, y el carácter fronterizo de Castilla no anima, al menos hasta época tardía, a instalarse en ella ni a la vieja nobleza visigoda ni a los clérigos mozárabes huidos de Córdoba, por lo que en Castilla no existirán por el momento grandes linajes ni proliferarán como en León los monasterios y las grandes sedes episcopales, que son los dueños de la tierra, de la riqueza, y poseen la fuerza necesaria para someter a los campesinos libres de las montañas asturleonesas. En Castilla no se produce por tanto, al menos hasta época tardía, la concentración de la propiedad que puede observarse en otras zonas, y se mantiene la libertad individual. El origen de sus pobladores y la situación fronteriza del territorio explican las diferencias sociales y económicas del territorio castellano, distinto también desde el punto de vista jurídico: sin una tradición visigoda fuerte, Castilla, como todas las sociedades primitivas, prefiere la costumbre ancestral y la decisión de los hombres justos a la ley escrita representada por el Liber Iudiciorum; y cuando los castellanos creen sus propias leyendas las centrarán en los jueces de Castilla, que son los representantes y defensores de la diferenciación jurídica y política respecto a los leoneses. De uno de estos Jueces harán descender a Fernán González, considerado el primer conde independiente de Castilla en los años centrales del siglo X, aunque mucho antes se han producido las primeras manifestaciones del particularismo castellano: desde la creación de condados en Castilla (el primer conde conocido, Rodrigo, aparece documentado en el año 850) sus habitantes se ven obligados a erigir fortalezas que suplan la ausencia de defensas naturales, y desde ellas los condes no tardan en desafiar la autoridad de los reyes leoneses del mismo modo y por las mismas razones que desafían el poder carolingio los condes situados en zonas fronterizas, los catalanes entre otros. La división de Castilla en numerosos condados, cuyos dirigentes no siempre actúan de acuerdo, permite a los monarcas de León mantener la autoridad sobre la zona, pero las necesidades militares exigen un poder unificado al que se llega cuando Fernán González, cuya fidelidad se garantiza mediante el matrimonio de una de sus hijas con el heredero leonés, recibe de Ramiro II los condados de Burgos, Lantarón, Álava, Lara y Cerezo que dan al conde la fuerza suficiente para enfrentarse al monarca. Las dificultades internas de León a la muerte de Ramiro serán utilizadas por Fernán González para afianzar su independencia y ampliar sus dominios mediante una hábil política de injerencia en los asuntos leoneses, apoyando según su conveniencia a uno u otro de los candidatos al trono leonés. Alternando la sublevación armada con la sumisión y contando con el apoyo de Navarra o enfrentándose a sus monarcas, Fernán González consigue mantener unidos los condados castellanos y trasmitirlos a su hijo García Fernández, que actuará como señor independiente aun cuando reconozca la superioridad teórica del monarca leonés. Para hacer frente a los ejércitos musulmanes, el conde castellano favorece a los campesinos que puedan disponer de un caballo apto para la guerra, les concede la categoría de infanzones o miembros de la nobleza de segundo grado, y con la ayuda de estos combatientes ocupa diversas plazas en la zona del Duero. Hábil diplomático, García alterna la guerra con la sumisión a Córdoba y provoca disensiones en el campo musulmán al atraer a su bando a uno de los hijos de Almanzor, pero no pudo evitar que su propio hijo, Sancho, colaborase con los musulmanes y, más tarde, pidiera a Almanzor, sin éxito, la tutela del rey leonés Alfonso V. Desaparecido el peligro musulmán, al producirse los enfrentamientos entre beréberes, andalusíes y eslavos, Sancho vende sus servicios militares a los primeros, de los que obtiene algunas plazas fronterizas en el valle del Duero, en el que se intensifica por estos años la labor repobladora y se fortalece la autoridad condal, hasta el punto de que a la muerte de Sancho (1017) nadie discute los derechos de su hijo García, a pesar de ser menor de edad. El asesinato de García en León, cantado por los juglares en el Romanz del Infant García, llevaría a los castellanos a entregar el condado a Sancho el Mayor de Navarra.